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La suerte
en la Biblia
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¿Participa realmente la suerte
en nuestra habilidad
para alcanzar
el éxito en la vida?
El éxito en la vida, en cualquiera de sus formas, y en cualquiera de las áreas en que podamos concebirlo, es el resultado de nuestro esfuerzo consciente y esmerado. Nadie que se gane el Super Lotto puede decir que ha triunfado ni mucho menos que es una persona de éxito.
El éxito se logra, no se hereda, ni se toma prestado, ni se compra, ni se encuentra en una vuelta afortunada de la vida. El éxito es un estado de auto-satisfacción que se vive al haber alcanzado lo que individualmente para cada uno representa haber tenido éxito. Por ello, repito, el exito lo logra uno con su propio esfuerzo.
Una persona que realmente tiene éxito en lo que le importa, generalmente no reconoce haber obtenido todo el éxito que espera o desea tener. Usualmente nos ponemos metas difíciles de alcanzar, y que ponen el éxito casi siempre en una etapa futura y hasta distante. Sea que hayamos logrado el éxito parcial o totalmente, o que no lo hayamos logrado en lo absoluto todavía, todos seguramente coincidimos en una cosa: "Yo soy responsable de lograr mi propio éxito". Y esto ciertamente es verdad. Si yo me cruzo de brazos y me siento a esperar a que algo ocurra con mi vida, así me quedaré, esperando. Cuanto más actúe, cuanto más esfuerzo consciente ponga en lo que deseo lograr con mi vida y hacer de ella, tanto más cerca estaré de alcanzarlo.
Permíteme introducir un nuevo elemento fundamental del éxito del ser humano: "La Suerte". Y no me estoy refiriendo a ganarse la lotería. Ya dijimos que ese tipo de suerte de ningun modo nos da la satisfacción de sentirnos realizados. Pero sí es indudable que existe una clase de "suerte" que facilita el camino de algunas - o muchas - personas. Por ejemplo, si yo me empeño arduamente en realizarme profesionalmente, pero nadie me ofrece una buena oportunidad de desenvolverme, seguiré tan fracasado como si nunca hubiera estudiado nada. En los países Latinos esta situación de "falta de suerte" (aunque sería más acertado decir "oportunidad") es muy común, donde encuentras personas que han estudiado una carrera profesional que les demandó años de sacrificios de toda clase, para terminar manejando un taxi del que ni siquiera son dueños.
La "suerte", o el "destino", o como tú prefieras llamarlo, nos guste aceptarlo o no, es una realidad que nadie en su sano juicio puede negar o ignorar. Personalmente, yo prefiero llamarlo por su verdadero nombre: "Dios". Dios, el Creador del universo, del mundo y del hombre. Dios gobierna en todo el universo; y la tierra, aún con su contaminación por nuestra transgresión a sus leyes, aún es su propiedad, y está bajo su señorío. Ningún ser humano, ni grande ni pequeño, ni alto ni bajo, ni rico ni pobre, ni gordo ni flaco, ni fuerte ni débil, ni sano ni enfermo, ni bruto ni inteligente, ni blanco ni amarillo, ni hombre ni mujer, ni católico ni mahometano, escapa a la realidad de que si vive en este mundo, vive bajo el gobierno absoluto de Dios, y, lo crea o no, lo acepte o no, le guste o no, bajo sus reglas y leyes.
Estas reglas y leyes son las que nos acercan o nos alejan de Dios, y el acercarnos o alejarnos de Dios juega un papel fundamental en alcanzar lo que erróneamente llamamos "Suerte". Pero sin embargo, no lo es todo. Dios no es un aparato que reacciona según aprietes los botones correctos como en una computadora. Dios no funciona así. Dios tiene personalidad propia, y no importa cuánto te esfuerces por lograr el favor de Dios, él te lo va a proporcionar - de ello no hay duda - pero no necesariamente como tú lo quisieras ni en el momento en que tú lo esperas. Hay un dicho popular que afirma que Dios dice en la Biblia: "Ayúdate que yo te ayudaré". Estas palabras no las va a encontrar en ninguna parte de la Palabra de Dios, porque no son ciertas. No importa cuanto "te ayudes", es decir, cuanto te esfuerces por lograr algo, Dios no necesariamente va a ayudarte por ello. Si contar con la ayuda de Dios dependiera de mis esfuerzos por ayudarme a mí mismo, todos los egoístas del mundo tendrían a Dios de su lado, y esto no es así.
"A quien madruga Dios lo ayuda" es otro buen disparate popular. No importa cuánto tú madrugues, no por ello Dios te va a bendecir y prosperar en lo que hagas. Conozco empleados que trabajan de medianoche a 8 de la mañana, y los pobres entonces no tienen ninguna esperanza de la bendición divina. Afortunadamente, la ayuda de Dios no depende de ninguna de estas cosas. De hecho, la Biblia sí dice claramente: "Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia." Romanos 9:16.
Qué palabras tan tremendas. Aquí el sabio Pablo nos enseña una gran lección: no importa cuánto yo desee el éxito, ni cuánto yo me esfuerce por alcanzarlo; si Dios no me lo quiere dar - al menos del modo que yo lo deseo - definitivamente, no lo voy a conseguir. Si no me crees, mira a tu alrededor. Hay personas buenas y sabias que parecieran merecer lo mejor, y sin embargo no lo tienen. Hay, por otro lado, hombres y mujeres malos, avaros y egoístas, que no merecen nada bueno, y sin embargo parecieran tenerlo todo. Una realidad para muchos con frecuencia desconcertante y aparentemente injusta. Y también hay otro grupo de personas buenas que alcanzan su realización en la vida como la merecen, y hay personas malas que de una u otra forma son infelices y pagan su propia maldad o torpezas.
Nadie dijo que la vida sería justa, ni simpática. No lo es. Pero tampoco es tan horrible. La vida nos ofrece por si sola toda la evidencia de que Dios creó al hombre para vivir, y para vivir en abundancia. Y si nos creó para vivir, no nos creó entonces para morir. Esto abre entonces la esperanza de la vida. De hecho, Dios ofrece la vida, esto es, la vida sin fin o "vida eterna" - como la llama la Biblia -, a través de Cristo. Pero esto es otro tema, que también tienes la responsabilidad y el privilegio de poder estudiar y considerar.
El punto, y lo cierto, es que nosotros no tenemos la capacidad para comprender por qué Dios permite que las cosas ocurran del modo que suceden. Solamente podemos y debemos confiar en que Dios puede ver el fin desde el principio, y por lo tanto tiene el conocimiento y la sabiduría necesarias para decidir cómo manejar este mundo, tu vida, y la mía. Pero regresando a nuestro tema, todo lo dicho añade un elemento muy real y poderoso en el cumplimiento de nuestro destino, y que nada tiene que ver con nosotros mismos, ni con nuestra inteligencia, ni con nuestros estudios, ni con nuestra salud, ni con nuestra fortaleza, ni con nuestros esfuerzos, ni con nuestras oportunidades: "Dios": nuestra "suerte" y nuestro "destino".
¿Quiere decir esto que no hay nada que yo pueda hacer por dirigir mi propia vida, por determinar mi propio futuro? De ninguna manera. Tu destino está, finalmente y en última instancia, en tus propias manos. Pero una cosa que esto sí quiere decir es que si pones tu destino en las manos de Dios, las posibilidades de lograr el éxito en la vida son ampliamente mayores. Tu "suerte" ya no será "azar", sino "providencia", una palabra que hace toda la diferencia del mundo.
La providencia es mi 'suerte' o 'destino' manejado magistralmente por Dios, aunque yo no pueda comprenderlo, ni siquiera aún aprobarlo. Por ello es tan importante que cada mañana, cuando nos disponemos a comenzar nuestro día, recordemos que tan importante como proponernos hacer nuestro mejor y mayor esfuerzo en todo lo que emprendamos, debemos incluír a Dios en nuestros planes. Si descuidamos esto, nuestro éxito será simplemente una cuestión de azar y las "estrellas" como dicen los ignorantes en la televisión. Por el contrario, si lo recordamos cada mañana y al mismo tiempo que nos esforzamos por hacer y ser lo mejor que podamos, nuestro destino y nuestra suerte estarán en buenas manos, y cambiarán radicalmente.
¿Y que hubo del éxito? Dice Dios en su Palabra, la Biblia: "No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová." Jeremias 9:23, 24 ¡Que bueno saber que el éxito está disponible para todo el que lo desee!
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